Eleanor Coppola, aclamada documentalista, además de esposa y madre de grandes nombres de la cinematografía mundial, ha fallecido este viernes 12 de abril en su casa de Rutherford, una pequeña localidad entre los viñedos de Napa, al norte de California, rodeada de los suyos. Tenía 87 años. Ha sido su familia quien ha dado a conocer la noticia a la agencia Associated Press, sin citar las causas de su muerte.
Coppola llevaba enferma un tiempo; a principios del pasado mes de octubre su hija Sofia faltó al estreno en Nueva York de su última película, Priscilla, un retrato la esposa de Elvis Presley. Entonces decidió permanecer al lado de su madre, a quien estaba dedicada la película, como explicó en un comunicado.
Ella siempre dijo que su familia era el centro de su vida, pero más allá de ser la esposa del gran maestro Francis Ford Coppola (director de la saga de El padrino y ganador de cinco Oscar) y la madre de Sofia, también directora; de Roman, director y productor; y del fallecido actor y productor Gian-Carlo, Eleanor Coppola desarrolló su propia e interesante carrera en el mundo del cine. A finales de los setenta Francis Ford rodó Apocalypse Now en Filipinas, en el que se convirtió en un rodaje infernal, complicadísimo, con problemas climáticos, de salud del equipo (con 900 personas trabajando) y por la que el director tuvo incluso que hipotecar su casa. Eleanor (una de las dos mujeres presentes en el plató, y la única con tiempo libre, como contó en alguna ocasión) le acompañó entonces y fue documentando el proceso, grabándolo todo. En 1991 transformó ese material de lo que ya era una película de culto y ganadora de ocho premios Oscar en un documental de una hora y media, Corazones en tinieblas. Ese magnífico retrato de las dificultades del mundo del cine obtuvo numerosas nominaciones en la temporada de premios y ganó dos Emmy.
“La primera idea de grabar era documentar el rodaje de Apocalypse Now”, contaba en el medio Deadline en una entrevista en 2017. “No tenía ni idea, había hecho algunas películas de arte y ensayo en los setenta, pero cuando conseguí una cámara en Filipinas me quedé hipnotizada, mirando todo a través del visor. Al final le di respuesta a eso, así que hice varios documentales, porque siempre me ha gustado rodar”, relataba. Tras ese, grabó un cortometraje sobre China y un par de making of, de Las vírgenes suicidas y María Antonieta. En 2016 hizo su debut en la ficción, con París puede esperar, una película de corte romántico con Diane Lane (“Tiene la capacidad de que las mujeres se identifiquen con ella”, contaba a este diario en 2017) y Alec Baldwin. Estrenada en el festival de cine de Toronto, para ella se inspiró en un viaje que hizo con su marido hasta París desde Cannes, en 2009, donde él presentaba Tetro. En 2020 dirigió Love is Love is Love, que pasó por las salas de manera discreta.
También en el año 2009 Coppola lanzó su libro autobiográfico Notas sobre una vida (Editorial Circe), en el que repasaba algunas de sus aventuras y desventuras vitales. “Me ha costado encontrar el equilibrio. Ahora lo disfruto”, contaba entonces en una entrevista con EL PAÍS durante un almuerzo en Madrid. “Pertenezco a una generación de mujeres a la que ni se le ocurrió contratar niñeras”, explicaba. “Interrumpimos nuestras carreras por cuidar de la familia, mientras el marido estaba fuera de casa, desarrollando su trabajo. No me arrepiento, pero algo más de tiempo para mí entonces me hubiera venido bien”.
Californiana desde la cuna (nació en el acomodado condado de Orange, una zona costera al sur de Los Ángeles), Eleanor Jessie Neil estudió en la prestigiosa UCLA en los años cincuenta, donde se graduó en Diseño. Empezó a trabajar en el mundo del cine y en 1962, en el rodaje de Demencia 13, el que era el debut en la dirección de Francis Ford Coppola, conoció al que pocos meses después se convirtió en su marido. Se casaron en Las Vegas en febrero de 1963, al saber que estaba embarazada de su hijo mayor, Gian-Carlo. Este fallecería en un accidente de lancha en 1986, cuando apenas tenía 22 años; su novia estaba entonces embarazada de la que fue la primera nieta de los Coppola, Gia, hoy también realizadora. “No puedes usar el dolor como escudo. Hay que celebrar su memoria, su presencia entre nosotros”, contaba a este diario en 2009 durante su charla. En 1965 nació su segundo hijo, Roman, y en 1971 la pequeña, Sofia, que también le dio dos nietas.
Para ella, la clave de su matrimonio con el director era una: “No divorciarse”, reconocía en este periódico, medio en broma, medio en serio, hace siete años. Y también rodearse de la familia. “Nos gusta cocinar juntos. A menudo, Francis se encarga del plato principal y yo hago ensaladas y verduras. Nuestros hijos son buenos cocineros también. Nos gusta encontrarnos alrededor de una mesa, tenemos una huerta y es un placer recoger los ingredientes y elaborar los platos entre todos. Creo que la cocina es un fundamento para la familia y para la cultura”.
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